domingo, 13 de octubre de 2013

HOSPITAL DEL DOLOR DEL ALMA



Jehová mi Padre Santo, podré tal vez redimirme de la amargura de esta pena.
Es de noche, y acá cerca hay un cerro con un ídolo en su cumbre,
faltándome a mi la lumbre para seguir este poema.

Hoy estoy tras las rejas y veo el barracón del frente.
Perfectas ventanas cuadradas con barrotes sin cortinas.
Veo entonces mi alma amotinada
la severidad de la mirada de la anciana de la esquina.

Entré a este encierro (y entierro) voluntario por mis tristes ideas,
pero me vino el torrente de pena
pues al tocar su cabello de plata, oí un nombre:
Elena.

Otros creían que no entiende, que está de más, que molesta.
Otros la tratan como un mueble viejo, que se detesta.
¡Por Dios, en mi alma la congoja! 
No quiero mas hospitales ni flores que se deshojan.

Estoy en un hospital del alma,
un hospital de sinapsis y dendritas.
¡Quiero que acabe este dolor ajeno! 
Mis lagrimas derramo por penas que no son mías.

Los médicos pequeñitos remedos de burlescos dioses,
ídolos de arcilla que bajo forma de pastillas
entregan concesiones para el paciente suicida,
prolongando la agonía de anhelos mejores.

Ahora que el tiempo ha pasado y este es solo un recuerdo,
pienso con nostalgia al compañero en su locura.
Ruego que llegue el día en que sea del pasado
el sufrimiento del que vive fuera de la cordura.

Jehová curará las heridas de mi alma.
Jehová juzgará al humano asesino.
Jehová me dará como premio la calma
cuando le ore por ayuda me mostrará el camino.


No hay comentarios:

Publicar un comentario