Siento suavemente en mi rostro el rocío.
Veo los prados verdes, siento el perfume de las rosas.
Agradezco a Jehová todas las cosas
que Él ha creado para el deleite mio.
Escucho para mi Dios dulces alabanzas,
veo la sonrisa de un niño, la alegría del sol
que brilla en el cielo con su gran esplendor
donde no hay nubes que nublen mi esperanza.
Díganme, ¿cómo le doy a mi Dios las gracias
por dejar su santa verdad en mi corazón,
por ser su colaborador en la predicación,
por amarme tanto y escuchar mi humilde oración?
Jehová, ¿quien soy yo para que te fijes en mi,
para que me consideres digna de seguirte sirviendo?
Pues por mucho tiempo he estado sufriendo
los males de este mundo destinado a morir.
En tu gran misericordia ocúltame por favor,
eres mi escudo, mi fuerza, mi vida.
Por eso, hágase en mi lo que tu espíritu diga,
tu bondad inmerecida ha cubierto mi error.
Las flores me observan y me hablan de su Creador,
los arboles danzan en su alegre alborozo.
Los veo felices y me producen gozo,
el viento me abraza y a mi rostro lo acaricia el sol.
Puedo hablarle al mundo de Jehová
y de todas sus maravillas.
Cuando voy caminando llevando la semilla
siento cómo mi Dios sus fuerzas me da.
Nunca podré tu santa verdad olvidar,
dame fuerzas para aguantar este inicuo sistema.
El tiempo pasa y siento cada vez mas cerca
el día en que tu soberanía se vindicará.
5 Octubre 2003
Eunice
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