27 Agosto 2007.
Estuve revisando un antiguo cuaderno en el que tengo varias cosas anotadas y me encontré con el tiempo en que empezaste a estudiar la Biblia. Me acordé del tiempo de la Asamblea Internacional del 2003 y de tu entusiasmo por conocer la verdad. He estado meditando profundamente en varias cosas y realmente pienso que no hay otra cosa más linda en la vida de un siervo de Jehová que permitir que Él nos utilice para que otras personas lo conozcan. Nada, nada de lo que pueda haber en este mundo, ni lo que te pueda ofrecer, incluso por las necesidades básicas de uno, nada puede llenar ese rincón del corazón que es el que te hace feliz: el sitio donde tu te dedicas a Jehová y le dices: “Jehová, soy tuya (o). Mi vida será para hacer tu voluntad”.
Hoy estuve leyendo la Atalaya del 15 de Agosto de 2007 en sus paginas 12 y 13 y estuve meditando sobre el magnifico ejemplo de fe de Abrahán. Él no retuvo NADA de sí para Jehová. Abandonó su casa en Ur, viajó constantemente por una tierra extraña expuesto a ataques y a hombres paganos.
Y cuando Jehová le pidió que diera en sacrificio a su hijo, él a pesar de no comprender por qué Jehová le pedía eso, estuvo dispuesto a cumplirlo.
Este episodio bíblico no solo nos enseña que la fe demuestra su calidad durante las pruebas, sino que también muestra que las pruebas hacen aflorar nuestros pensamientos y motivaciones más recónditos.
Cuando Isaac se da cuenta de que su padre lleva el fuego y la leña, pregunta con inocencia: “¿Y la oveja para el sacrificio?” ¡Qué angustia debe de haber sentido Abrahán! Pero respondió con sinceridad y confianza: “Jehová se proveerá la oveja para la ofrenda quemada” (Génesis 22:8).
Del mismo modo, cuando nosotros estemos pasando una prueba que no entendamos ni comprendamos por qué Jehová la permite, digamos como Abrahán:
“Jehová- Yiré” (Génesis 22:14). Esto en hebreo quiere decir: “Jehová proveerá” o “Jehová se encargará de ello”. Dejemos en manos de Jehová las cosas de las cuales nosotros ya no nos podamos ocupar. El se encargará.
“Para que los que viven no vivan ya para sí, sino para el que murió por ellos y fue levantado” (2 Corintios 5:15).
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