“En el país de Tanzania existe un curioso árbol que alcanza los 20 metros de altura y su tronco es extraordinariamente grueso: 8 metros de diámetro. Es uno de los arboles mas celebres de África oriental y se llama Baobab. Puede alcanzar los mil años de edad o aun mas” (¡Despertad 22 Marzo de 1995 págs. 24,25).
Aun con los problemas con los que lidiamos día a día, vivimos y vamos adelante intentando lograr con nuestras actividades algo que sea capaz de trascender el tiempo y a lo incambiable: la brevedad de la vida. “Aun el tiempo indefinido [Dios] ha puesto en el corazón de ellos” (Eclesiastés 3:11). ¡Cuánto deseamos traspasar la barrera del tiempo! ¡Cómo queremos ver más allá del dolor, las perdidas, las frustraciones! Pero, ¿es posible? Solo podremos ver más allá de eso con los ojos de la fe. La fe en el Dios para quien todas las cosas son posibles es lo único que nos motiva a seguir esforzándonos para dar otro paso en esta carrera por la vida que realmente lo es. Todo pierde importancia cuando nos hallamos en esa bifurcación del camino que se divide en vida y muerte. Si alguien nos pregunta: “¿Qué quiere usted, vivir o morir?”, nadie duda (a menos que esté muy deprimido), pues todos anhelamos la vida y le pedimos a Dios como David en Salmo 102:24 “Oh Dios mío, no me quites en la mitad de mis días”.
Vida. ¿Qué es la vida? Es mas que un acto mecánico del bombeo del corazón , es mas que inhalar aire y llenar los pulmones de oxigeno. ¿De qué sirve que este proceso se prolongue si lo perpetúan órganos enfermos? Células que tienen escrito en su reloj biológico que a cierta edad ya no se renovarán y que en ese momento la cuenta se revierte quedando sin significado la palabra “eternidad”. ¿Qué sentido tendría la vida si ése fuera el caso y no tuviéramos esperanza? Sin embargo para nosotros no es así, pues como dice la Biblia: “Porque existe esperanza hasta para un árbol. Si es cortado todavía brota de nuevo” (Job 14:7).
La vida en este viejo mundo no es vida de verdad, no es lo que Dios se propuso en un principio que fuera. El ser humano se ha deteriorado en muchos sentidos y a cada paso que damos notamos ese peso que la imperfección pone sobre nuestros hombros.
Sin embargo, cuando lleguen esos días de desanimo, de cuestionamientos, esos días en que todo nos sale mal y frente al espejo vemos una lagrima, una nueva cana, una nueva línea de expresión o arruga… no perderemos el horizonte. Miremos mas allá del espejo, miremos con los ojos de la fe, “porque las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas” (2 Corintios 4:18). Pensemos que se acerca el día en que “las cosas anteriores no [sean] recordadas ni suban al corazón” (Isaías 65:17) y que muy pronto y si somos fieles, Dios nos dará “la vida que realmente lo es” (1 Timoteo 6.19).
Hoy en día hay árboles que viven tantos años como el gran Baobab, pero llegará el tiempo en que ya no será así: “Como los días de una árbol serán los días de mi pueblo” (Isaías 65.22). De hecho, la promesa de Dios es que su pueblo vivirá para siempre (¡Despertad! 22 Octubre 1992 pág. 27). Entonces sí dispondremos de tiempo para realizar todos nuestros anhelos y todo esto sin más dolor, lamento, lágrimas ni muerte. ¡Qué gozosos estaremos si miramos con los ojos de la fe y no perdemos de vista nuestra esperanza!